Aquella águila había volado toda su vida por hermosos parajes, su melodía interior se acompasaba con el viento, se sentía libre, se sentía eterna, se sentía como Nadie, se sentía YO.

Pero un terrible día se dio cuenta de que su cuerpo no estaba hecho para volar, un terrible día se sintió sola y descubrió la ilusión reflejada en el espejo.

Desesperada vagó por la tierra en busca de esos hermosos parajes antes recorridos. Su búsqueda fue inútil, no podía ver la belleza desde el suelo, su alma estaba preparada para volar aunque su cuerpo se lo negara. Estaba aturdida de buscar y no encontrar, ya ni siquiera oía su melodía interior, únicamente una mezcla de voces provenientes del exterior.

Pero al llegar a una pequeña colina en medio de un valle de espigas, recordó uno de sus viajes en los que había volado junto a otra alma que también pretendía ser águila. Allí recordó la fórmula para volar… tú no eres la única águila que vuela sin alas, le había dicho aquel día su hermana, tú no eres la única águila que ha tenido miedo de volar… y en ese preciso momento abrió las alas al viento, calló las voces del exterior y volvió a escuchar esa melodía interna que le permitiría desvanecerse y volver a tomar el control.

Hoy sus vuelos traspasan oxidados barrotes, destruyen paredes de concreto, atraviesan nubes de smog y letales gases.

Hoy, cada vez que lo necesita, el águila escucha su melodía y surca el cielo en el encuentro con Dios.

Y aunque a veces su cuerpo se revuelque junto con otros en un chiquero cercado de paredes, su alma conoce de sobra el camino hacia la eternidad: esa inexplicable sensación de paz que solo los que la han sentido la pueden apreciar, y la aprecian porque es fugaz y porque su recuerdo les permite continuar.

Mientras tanto, en el suelo, muchos tienen miedo de volar, pero ellas, las almas que se sienten águilas, saben muy bien que ni siquiera con el vuelo del sin sentido sus cuerpos pueden escapar del miedo, únicamente lo olvidan por momentos para poder volar, esperando un día el vuelo eterno, aquel en el que por siempre se separen de sus cuerpos. Así han aprendido a vivir, solo así saben disfrutar.

Para ellas, todo aquel que se vea en el espejo y solo pueda decir de si mismo lo que sus ojos ven, nunca podrá volar. Y aunque hayan otras formas de recorrer el camino, esa es la única forma como este tipo de almas se reconocen.